viernes, 30 de octubre de 2015

Lecciones aprendidas: La mujer y la violencia sexual

Cada que caminas por la calle vas entrando en una jungla de asfalto, dónde los animales más peligrosos son de dos tipos: los que observan y los que hablan. Los primeros son cautelosos, van tras una presa en silencio, para no ser detectados, se camuflan para pasar desapercibidos hasta que consiguen una oportunidad y dan una mordida directo al cuello, porque es su táctica de juego, acechándote, vislumbrándote, te tienen en su mira sin saber siquiera que eras la víctima en ese momento. Los que siguen, esos son los que alardean, no suelen ir solos, les gustan los grupos numerosos para poder atacarte en conjunto, para que temas y te sientas menos, entonces cuando encuentran la mejor oportunidad te dan el golpe y eres victimada ante la vista y paciencia del resto de poblaciones que no suelen verte hasta que estás pendiendo de hilo para poder seguir viviendo, atrapada en la oscuridad del daño causado, lamentándote por ser débil, por ser mujer.

Nada más peligroso que la falta de acción y de indignación ante las obscenidades que a diario podemos observar, ver, escuchar. Estamos tan acostumbrados a escuchar silbidos, oír frases de contenido vulgar y sexual, ser víctimas o espectadores de tocamientos indebidos, hasta concretar el acto de violación sexual que, lastimosamente, las mujeres solemos ser víctimas día a día a lo largo de nuestro país, en cualquier grupo social.

El abuso sexual es un problema latente en la sociedad pues, sin importar la edad, las mujeres estamos siendo víctimas y a pesar de no ser un problema nuevo, no es hasta hace algunos años atrás que se le comienza a dar la importancia que se merece. Es irascible pensar que podamos dejar las cosas como están, de no encolerizarnos como es debido solo porque es un problema repetitivo, un panorama que se repite, constante, que va calando huela en nuestra país.

Este es un atentado contra la integridad física y emocional de la mujer y es un tema no muy bien abordado por la población peruana, lambayecana, y más que todo en las mujeres que han sufrido dicho problema, ya que por temor a las consecuencias deciden reservar o callar estas experiencias y ocultar lo difícil que es afrontar la realidad en la que viven, en especial si son mujeres que viven en la sierra, en zonas alejadas y de difícil acceso a centros de ayuda, dónde su panorama es diferente al urbano, que se avergüenzan de lo que les pasa y se dan por culpables de que ello aconteciera en sus vidas, trayendo consigo traumas que se manifiestan en un período no determinado después del hecho, que se conoce como estrés post-traumático. Este estrés aparece de diferentes formas o manifestaciones ya sean éstas agudas, crónicas o demoradas.

En Incahuasi, muchas mujeres se han visto ocupando el papel de victimadas, apresadas por un desalmado que noqueó su sentido de la realidad, disipó sus expectativas y las hundió en un pozo sin salida del apocamiento injustificado. Tanto mentales como físicas son las consecuencias que trae consigo una violación, ya que la mayoría de veces las mujeres son maltratadas y golpeadas antes de que el agresor sexual proceda al abuso. Cuando a una persona le vulneran sus derechos y la obligan tener sexo pues le están transgrediendo sus derechos fundamentales, y, a la vez, le das una estocada a esa mujer que no pudo hacer nada para evitarlo, que no podrá conciliarse consigo misma ya que estará en constante exaltación, pensando que aquello se puede repetir, que volverán a transgredirla, es por ello que quedan con traumas como: baja autoestima, problemas de conducta, psicológicos, fisiológicos, re-experimentación persistente del acontecimiento, y en el peor de los casos, suicidio. Tanto así que, en muchas sociedades, las víctimas de la violación, las mujeres sospechosas de practicar el sexo prematrimonial y las mujeres acusadas de adulterio han sido asesinadas por sus familiares debido a que la profanación de la castidad de la mujer es considerada como una ofensa al honor de la familia o son repeladas por los mismos pues las consideran impuras.

Los factores de riesgo de la violencia sexual son de carácter individual, familiar, comunitario y social. Algunos se asocian a la comisión de actos de violencia, otros a su padecimiento, y otros a ambos. Si hay un bajo nivel de instrucción, si hubo  exposición al maltrato infantil (tanto autores como víctimas), si existe experiencia de violencia familiar (en autores o víctimas), si hay un trastorno de personalidad antisocial (de los victimarios), si existe un uso nocivo del alcohol, si preexisten actitudes de aceptación de la violencia (de autores y/o víctimas). Y estos factores toman mayor valor pues la comunidad en la que se desarrolla es de ámbito rural, con menores medidas preventivas, sea charlas, conversatorios, y con enfoques poco contemplativos y más de culpabilidad y depresión ante un problema de esta magnitud o indiferencia de la misma como puerta de salida al problema. Se calcula que a nivel mundial, una de cada cinco mujeres se convertirá en víctima de violación o intento de violación en el transcurso de su vida.

Para poder luchar contra estas actitudes poco saludables por parte de las mujeres de Incahuasi es que ofrecemos una sugerente pero asertiva opción para brindar soluciones, la que sería valorar los recuerdos, recordar los acontecimientos pasados y dar pase a los nuevos pero con enfoque en los ya vividos, esto es, en base a sus recuerdos se fomentan estrategias de acciones frente a situaciones en relaciones con resultados futuros. La violencia contra las mujeres también agota a las mujeres, a sus familias, comunidades y naciones, no se confina a una cultura, región o país específico, ni a grupos particulares de mujeres en la sociedad. Las raíces de la violencia contra la mujer yacen en la discriminación persistente contra las mujeres.

Las personas afectadas por una violación sexual tienden a deprimirse, aislarse, y, en ocasiones, terminan acabando con su vida pues piensan que nada mejor les depara el destino y que ya no necesitan seguir viviendo. Lo que debemos hacer es fomentar en las mujeres un espíritu de lucha, de fortaleza, de superación, que las haga convertirse en ejemplos de vida, pues lo que han vivido debe ser visto no como un obstáculo sino como una experiencia que te ayudó a crecer y ser fuerte, a ser experta y poder ayudar a otras a superar lo que ellas también han vivido, ya que el sufrimiento trae consigo lecciones, y debemos aprovecharlas para ganar seguridad y valor, y así, ver el futuro con otros ojos, no temiéndole sino desafiándole.

En conclusión, comenzar a crearse un futuro distinto, un futuro propio y mejor, de acuerdo a cómo lo querían, pero sin olvidar lo que pasaron, lo que les aconteció las hizo dueñas de su propio camino. Recuerden que estamos en el mundo con un propósito y este quedaría explicado si asumimos un rol de instrumentos de desarrollo, y ser aquellos que quieren enfrentar su propia vida y muerte, con alternativas constantes, de bien común, de interacción, de esperanza, de sueños, ya saben que los soñadores no pueden ser domados y NADA es aceptable como barrera para cumplirlos, para alcanzar lo que más deseamos, poder sentirse realizadas, explotar nuestras habilidades, no sentirnos culpables sino impulsadas para un cambio, que la vida no se terminó con una violación sino que servirá como impulso para ser mujeres agerridas, mujeres empoderadas, mujeres con historia que no se dejaron vencer y llegaron lejos. 




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